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Polaroid

-Esperá esperá... suplicó en grito desgarrado y urgente.
-Dejame llevar un último recuerdo. Tan lúcido de vida como azotado de muerte. El otro, contrariado, desplomó su brazo, apuntó ahora al suelo girando hacia su colega que repasaba con gestos discontínuos y airados el plan de fuga. Con menos piedad que desconcierto, hizo la pausa.

Se supo, en una secuencia de imágenes fractales y estridentes, en el oscuro umbral de lo eterno y la nada. Un bramido visceral, imaginario y creciente hilvanó las imágenes que brotaban en lejanía, para detenerse sordamente ahora, en los ojos de su pequeño, enormes como el sol y tan blanco como la luna.

Poseído de inmensidad apretó sus puños vacios como queriendo abarcar y atesorar por siempre aquellas imágenes, las repasó con prisa otra vez y el silencio previo. Campanas.

La descarga del final destiño los rostros, el bramido fue suspiro y el puño se hizo viaje.


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eclipse

Ahí está. Sin la revelación de las vísperas, sin el misterio de los preludios. Está en todos lados, volátil, persistente e infame.

Pocas cosas, a pesar de la recurrencia y exactitud con la que se presenta, logran ser tan inquietantes y conmovedoras para mí. Aquí y ahora, en todo el afuera y en toda mi conciencia. Es el día, ese mismo día una y otra vez. Pocos signos necesito para que se me revele, es un día que comienza diáfano y cálido, o templado mas bien. Una temperatura por algún motivo inexplicable y misteriosa, tal vez porque se sucede en cualquier estación del año y en momentos en que se espera normalmente otro comportamiento del cosmos y sus cuerpos. Tal vez por cierta impresión de humedad densa, dominante y aplastante, o la luz, tal vez la luz, la forma en la que el sol se impone con alguna frecuencia espectral más centellante que lo habitual, diferente. No lo se, es tan distinto a cualquier otro día. Ciertamente no lo se, pero se me anuncia en mis carnes, en mis huesos, aun sumido en el estado de menor conciencia que pudiera alcanzar, todo mi cuerpo sospecha inexorable esta aparición. Padece esta visita.

Es inevitable de igual modo, viajar consternado hacia atrás, me rapta, me exige comprobar y revivir sensaciones pasadas. Sentimientos que una y otra vez, con cada sofocante presencia, afloran y se multiplican para recordarme que llevo conmigo no tan solo aquello que puedo evocar vivamente a mi antojo. Decenas de sensaciones, relatos, imágenes y sonidos, emociones tan vivenciadas como lejanas.

Es el día del eclipse matutino, fenómeno presagiado que tiñe de un cursi ámbar las paredes del aula e irradia a mi primera enamorada, sus labios, sus ojos, el movimiento de sus jóvenes y frágiles manos. El rencor sostenido en la mirada del primogénito, la turbina que desgarra el cielo y un adiós que será siempre un adiós. La fatalidad de un domingo de verano. Un aborto. Su ausencia. Su presencia.

Está en mí, en mi alrededor y no puedo soslayarlo, mi cuerpo y ya no solo mi conciencia, comparte sintonía con este fenómeno y se dinamizan en un dialecto que perdurará hasta su fin, siempre es de esta manera, un día en mi historia que me asalta y somete a sus recuerdos. Homenaje a mis pasiones, mis miserias, mi rencor y pena.

-La puta! Pienso, me duele la cabeza, y no se va a pasar, están en sintonía y lo estarán el resto del día. Todo intento de concentración es vano, aprendí a no librarle batalla, me rindo ante el impiadoso una y otra vez. Secretamente confío en que cierta revelación venga a allanar el misterio y ponga providencialmente las cosas en su lugar, pero no, nunca ocurre.

Es el día que me supe traicionado. El rencor y su sentencia. El abandono. La mano de Dios y los saltos al cielo. Dos esposas de blanco. Tres familias de negro, un cajón. Entender la muerte, negar a Dios. La bicicleta nueva, el vértigo. Un primer uniforme. Una lancha y su aceite. No hacer pie. Un fracaso recurrente. Barriletes.

-La puta! Con las manos en el rostro. Nuevamente, como cada vez, y como purgando una condena sádica y ritual, evoco aquella omitida veces anteriores, sumo una mas al inventario agrio y casi siempre pernicioso para tener así una versión mas pulida, mas completa y acabada de lo que fui y de lo que por algún motivo me conforman de una manera indeleble.

Es el día que no me perdoné. Y no hay revelación, tampoco esta vez. Una larga pitada y las estrellas en lo alto.


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vale cuatro

Me miró firme a los ojos unos segundos, procuró mi atención. Sujetó con fuerza mi cuello distante del suyo lo que su brazo antojaba en un vaivén pendular que se extinguía conforme me sentenciaba con su mirada.
- Te quiero loco. Dijo, y sostuvo su mirada como si completara con ella un discurso sordo e indescifrable.

Ya se habían ido los otros, fue el último. Quedaban algunas sustancias mal usadas, unas botellas arrinconadas con apuro y vestigios de una noche vertiginosa e insolente. No pensaba con claridad. No podía pensar siquiera como reflejo, lidiaba entre la absurda paranoia y la espesura de esa ansiedad tan puntual y recurrente venganza implacable de la cocaína, necesitaba descansar. Sin embargo, como profético artilugio de defensa, se me impuso en ese mismo instante, un sentimiento concreto de alerta, de vértigo misterioso y fatal, inflamado quizás por aquellas últimas palabras. Tiempo después condenaría mi indiferencia, pero ya sería tarde.

Desperté casi terminado el día siguiente, parte de mi reclinado sobre el sillón, parte sobre la alfombra, otra parte en pensamientos desordenados, densos, llenos de incertidumbre. Noté, con el retardo de rigor, que no había despertado sólo. El teléfono bramaba alternando histeria y misericordia, me incorporé como pude, el espacio se me presentaba ajeno y excluyente. Rastree el aparato como ciego, con la única pista de su sonido, histérico. La voz era clara aunque no la reconocí de inmediato.
- Se mató... una bala en la cara. Tenía mas respuestas a mi alrededor que preguntas por hacer. Colgué el tubo, arranqué el aparato sin atención, como por necesidad, torpe. Lo deje caer mientras recorría absorto cada rastro reciente de su presencia.

No iba a dejar arrebatarse la dignidad, pensé. De ninguna manera, mucho menos por aquel fatídico diagnóstico, era de causas más importantes. No iba a dejar arrebatarse la dignidad, aquella que agitaba cuando imputaba desafiante y eufórico al hombre moderno, o al establishment, o a la oligarquía, o a las petroleras. Cuando exultante citaba casi textualmente “las venas abiertas de América Latina” o cuando condenaba escupiendo rabia a “esos mercaderes de mierda que han existido desde siempre, tan serviciales como lacayos y que todo lo corrompen a su andar, con una estela creciente de desgracia y vicio”.

Días atrás, como presagio de su destino citaba orgulloso y turbado al Che “si avanzo seguidme, si me detengo empujadme, si retrocedo matadme” decía, y proclamaba tal vez la naturaleza de ciertos hombres que ven con hidalga facilidad una totalidad, un organismo viviente e iracundo allí donde otros tantos sólo ven desgraciados, fulanos y estadísticas. Brillaban sus ojos cuando en palabras elocuentes y sinceras se le iba su ideología, cuando sabia que a todos un poco, nos revelaba cosas que nadie ve, que poco valen y que ninguno respeta.

Y se fue, pero hable con Dios, ese dia y los que le siguieron, y le exigí entre crujidos, entre patadas y llanto que le reservara un buen lugar allá, el lugar que no consiguió en esta tierra infértil y miserable.

El tipo se fue, no escapando, no, mas bien gambeteando a su manera en la jugada que eligió y supo la mejor, alegre y gentil, derrochando dignidad, sin mesura, como unos pocos.


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le petit mort

Era domingo, de los de encierro, de los de cielo plomizo, frío y húmedo y ramas rechinantes, moribundas y hojas huérfanas y flores ausentes.

- Sabés que pasa cuando nos mienten? Así me arrebató de mis líneas, de mi página, de mi “almuerzo Desnudo”. Cerré el libro, William podía esperar, lo escurrí sobre la mesa, al roce se hizo lugar un cenicero casi vacío, unos lápices y un apunte a medio examinar y urgente de atención.
- Alguien lleva una cuenta... en una dimensión distinta, una dimensión que desconocemos y no sabría definir, la cuenta de cada mentira que sufrimos. Y se llamó a silencio, se acomodó en el sillón entre dos almohadones, recogiendo de prisa sus piernas en una postura que curioso sospechaba, iba a prolongar largo rato.

Aunque había contestado ya su propia pregunta, tenía la certeza de que eso no era todo, no es de cosas nimias, sin recorrido, sin espesura. La mayoría de sus cosas se presentan como un manifiesto, a veces divertido, fresco, a veces comprometido, otras agraviantes. La mayoría de las veces, cual pócima magistral, resulta una mezcla precisa y exquisita de todas, así es ella, frondosa, pero jamás de una frase, de una sentencia.

Intuía esperaba de mi un gesto de complicidad, un gesto que me incluyera a voluntad en esta conversa que germinaba a total antojo y capricho. Acaricié sus pies, estaban descalzos y fríos, los froté con ambas manos un instante y acompasé su postura.

-Claro sin saberlo nosotras, alguien registra todo aquello... continuó enigmática. Me sobraba amor, le ofrecí calor y toda mi atención, reparo complaciente que estaba a su merced.

- Como es eso? le cuestioné ensayando curiosidad y desconfianza, porque de alguna manera así soy yo. Con una mueca ligera y sutil dibujó una sonrisa, pretensiosa y altiva de las que matan por la indiferencia, de las que ofenden, no era el caso, con ella nunca ese era el caso. Se acomodó nuevamente, esta vez con más parsimonia, como quien adoptando una postura de combate se asegura el control del tiempo y del espacio de su rival para obtener ventaja de ello.

-Te cuento, cada mentira con la que ustedes los hombres emponzoñan nuestro alma, es consignada por alguien... hizo una pausa, me miró desafiante pero gentil, se había propuesto teñir de misterio todo el asunto.

-Por alguien decís? pregunte reclamando mas fluidez y elocuencia. Una especie de Diosa de las mentiras? Una Némesis?

-No no, no tan así, mas bien por alguna fuerza o ente. Un ente que en cuanto a mentiras masculinas y rastreras todo lo sabe...

-Y ese inventario es accesible a alguien? esta destinado a algún fin en particular?

-Claro, que sentido tendría sino. Cuando ese inventario, como lo nombraste, alcanza el numero medio de mentiras que una mujer injustamente puede soportar, este ente, esta fuerza o diosa o como prefieras, nos impregna a través de un suspiro que atraviesa todas las distancias y todos los vientos, un carácter dominante que se inoculara en la siguiente estirpe. Clavó sus ojos en los míos, refugió sus piernas y con sus manos enlazadas guardó silencio esperando que me animara a reclamarle una explicación.

En ese instante me hubiese estrellado contra sus labios. Sentí que esa mujer desafiaba simultáneamente todos mis sentidos, que era una provocación tras otra, que era tan cóncava en cada exacto rincón donde yo convexo. En lo que duró su pausa, me atravesó frágil y sensual “Baby Blue” ...brush his lips, wait 'till the morning, in his eyes a new love dawning...

Sostuve su mirada con fascinación y desbaraté en un instante su silencio convencido de avivar así su frescura.

-Y ese carácter dominante que viene a definir? pregunté.

-Bueno eso depende, si se gesta un varón o una nena... Es así, si se engendra una nena, ella crecerá naturalmente mas escéptica que su madre. Será en su madurez, más porfiada, más desafiante y no caerá con facilidad en los engaños que se le presenten. Podrá distinguirlos con mas facilidad, y preservarse del daño que puedan hacerle, como un mecanismo de defensa entendes?

-Si entiendo, suena como a una teoría evolucionista, parece sensato...

-Claro que lo es, la naturaleza es sabia, no lo dice tu mama todo el tiempo? Se me hizo presente mi madre, deduje la suerte que pudo correr mi hermana si aquel impulso le hubiese acertado en su gestación... pero q pasaba con nosotros, mi hermano y yo en este caso, los varones...

-Y si son nenes? Si gesta varones que pasa?

-Bueno, en ese caso el carácter a ustedes. les infiere dependencia. No entendí con la rapidez del caso anterior, pero presentía que no era tan auspicioso y sensato como lo que había aceptado un segundo atrás

-O sea...?

-O sea q se hacen más dependientes de nosotras, de las mujeres. Que desarrollan inconcientemente, a lo largo de sus vidas una nueva necesidad de nosotras, gradual y creciente. De nuestra sabiduría, de nuestra compañía, de nuestras manos, aromas, de nuestro sexo... Venimos a completarlos de una manera más profunda que en generaciones anteriores, algo así como un castigo para ustedes, y una redención para nosotras. Las mentiras que creen les reditúan en beneficios viles y efímeros los condenan, sin que se den cuanta, y en eso amor creeme, la naturaleza es sabia.

No sentí tanto miedo por considerar posible su historia como por el poder herir alguna vez, y sin esmero, ese manojo desprolijo y desbordante de emociones y sentimientos que tenia ahora, sonriente delante mío.

Guardé silencio con la necesidad de una pena a cuenta, como si la inminencia de una falta futura reclamara ahora un castigo por anticipado y un beso indulgente.

-Cuidame. Dijo, y me beso, de la forma que solo ella besa, de la forma q inocula en mi, sol tras sol, una necesidad gradual y tan creciente de ella. Entre su color y mi aliento se narraba, etéreo y urgente un relato de deseo, La petite mort, pensé mientras me incorporaba, con todo mi cuerpo, con cada fibra sensible.

La petit mort y me estrellé al fin.


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susurros

-Me gustás. En clave de susurro, como un desliz, como una descarga. -Me gustás mucho. Pretende, no tanto dejar claro aquella sensación espontánea y vigoroza como recibir un reflejo que la envuelva mientras despierta.

La luz cae cenital, clara y radiante. Aquella improvisada claraboya, insegura y frágil por las noches, diáfana en este ahora delata el desorden del cuarto. Idéntico desorden en mis pensamientos, en mis sensaciones mas inmediatas. Absorbo de un trago su aliento anticipando mi respuesta. Y vos a mí. La intensidad de lo pasado, como si de una ecuasión infalible se tratase, garantiza lo fugaz del porvenir.

La blancura de su desnudez se funde en un sin fin sensual y eléctrico con las sábanas, las paredes, las luces y las sombras. Pliegues, texturas, aromas... la mañana revela todo, aquella escena me ciega, como un amanecer desértico, árido y envolvente. Se interna en donde todos los sentidos parecen confluir y atesorar agraviantes, las consecuencias de todos los actos. Aunque no es culpa, me asalta un sentimiento inquisidor. Desconcierto, como una cierta certeza de hacer aquello incorrecto, aquello de lo que no se tiene retorno. Aquella pulsión no entiende de razón y aquella razón ya no posee ningún control. Aunque no es culpa, el agua tibia escurre de nuestro cuerpos cierto pecado, el agua no redime, no limpia.

-Me gustas. En clave de susurro, no podia replicar porque si, mi conciencia necesitaba nombrar mejor aquello, necesitaba definir aquello que estaba allí, tan tumultuoso e insolente.

-Mi presente contínuo. Me escucho por primera vez, como en un pensamiento, con ingenua lucidez le encuentro sentido y lo repito. Somos un presente continuo. Sonríe y me premia con un beso, fresco y sexual. Cada gesto, cada pensamiento, cada reflejo era así en ella, fresco y sexual. Como una ironía tragicomica pienso, ahora si en silencio, pasado imperfecto, presente continuo, futuro incierto...

Sin futuro, las cosas conjugan de otra manera y lo se desde el primer momento. Me visto. La beso, se que es la última vez. Salgo al día, a mi día. No hay retorno pienso y me repito, en vano me exijo una respuesta.

No hay retorno me escucho repetirlo, divagante, incierto, debil como un susurro.


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por una cabeza

-Por un millón te dejás? En eso estaba la charla, justo antes o rato después de otra sobre fútbol seguramente, o sobre alguna modelitovedettebotinera como se las apoda ahora.

-Por un millón? Por un millón me hago travesti dos años! encima me chupo las tetas hasta gastarlas! Aunque se sabe de antemano cual será el remate de rigor, la respuesta inflama el pseudodebate, disipa al menos un poco el fastidio de una jornada a las cinco de la tarde de un dia muy choto.

-Bueno, pero no dije de que, un millón de patacones! retruca para entramar el duelo... Un millón de lo que sea, un millón de figuritas de Mazinger Z si querés, seguro tienen valor de reventa para algún coleccionista o friki nostálgico. Un millón de lo que sea, tener un millón de algo parece transferir algún tipo de poder, aunque intangible, sólido y expansivo. De hecho, si creés tener algún conocido solventeinversor que pueda interesarle, ni siquiera le pases esa tarifa, si viene recomendado te hago precio... Las risas (carcajadas de alguno) propician el remate de manual que corresponde por supuesto al mentor del debate:

-Al final putos sobran, lo que faltan son capitalistas. Y si, quien sabe, tal vez que te cojan no es la peor vejación finalmente. Tal vez nos estamos dejando todos los días y por mucho menos, o por nada. Sin notarlo la dignidad se nos puede estar escurriendo, sin tener la posibilidad de asignarle valor de cambio siquiera. Asi, por nada, como si nada, sin poder elegir.

El millón siempre lo tiene el otro, el poder no se le escurre jamás, cada vez mas sólido y expansivo.

Un millón? yo le saco un millón si, yo me re dejo y San se acabó.


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